Hoy me encuentro a la merced de estas líneas.
Cada vez que trato de zafarme de las comas, comillas y puntos suspensivos siento como mis dedos se inmovilizan.
Entre paréntesis continúa mi relato (donde pretendo hacerles entender que, por más cuerda que parezca, se me deshace entre las manos el hilo del tiempo)
Que no les quepa la más mínima duda de lo antes expuesto, porque independientemente de lo mecánico de mi actuación a diario, cuando despierto del enajenamiento corporativo se activa la crisis existencial.
Inexistente ante lo cautelosa que puedo tratar de ser para no llamar la atención de los miles de espectadores que me rodean.
Que me rodea un estado permanente de catatonia,
donde los otros se alimentan de los pocos sapientes que se escabullen bajo el radar de los “no se puede, no inventes que no vas, ahora no, trata después, que tal si mañana...”
No me queda mucho tiempo, es todo, es solo eso.
La construcción de tiempo y espacio, por más absurda que parezca, es el motor de la constante incertidumbre que nos deshace las costuras.
Las calles se encuentran infestadas de parásitos en busca del momento perfecto pa’ chuparte las ganas.
Calles que no dan abasto para la cantidad de plagas que cada mañana se disponen a inundar la urbe.
En mis costillas ya no caben más absurdos.
Ni el deseo de malinterpretar posibilidades, inciertos y malas costumbres que dejamos a los pies de nuestras camas…
“Dejad de darle vueltas al asuntillo nena, olvídese de eso y póngase a parir par de chamacos.”
© Natalia M. Villarán Quiñones
(She/Her/Hers)
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